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Miss Chen
2017年09月24日
Miss Chen
Clasificación según su empleo (continuación)
Eróticas La mitología contiene una larga serie de hierbas que tienen la virtud de inspirar el amor. Ya en los tiempos védicos se conocían las plantas que proporcionaban filtros poderosos, en el Rig-veda (X,97) y el Yagurveda negro (IV,2) se dice que el rey de las hierbas es Soma y que la mejor hierba es la que procura el amor; en otras palabras, que Soma, la hierba lunar, la ambrosía lunar (y por ende, la planta de la que se prepara el soma del sacrificio), Sarcostema acidum (asclepiadácea), es la hierba suprema. En dicho lugar, el dios del amor, Kama se personifica en el árbol kumatara; kumalata (bejuco de amor) designa la Bignonia olens; kumavati y kumini o amorosa, se aplica a una especia de cúrcuma, el kamalu o vaso del amor, se identifica con la Bauhinia variegata, variedad encarnada del Diospiros. En el Hir y Ranjhan, leyenda de Pundjab (ïndia inglesa), se dice que la vista de las rosas produce en el corazón afligido el efecto del soplo del Mesías; y la materia médica popular conoce un sinnúmero de estas hierbas, entre las cuales la más eficaz, según el Libellus de virtutibus Herbarum, atribuido a Alberto el Magno, es la llamada provinsa, probablemente la pizzhugurdu de los sicilianos. Siguen a ésta otras como la mandrágora, la zanahoria, el cyclamen, el ombligo de Venus, la valeriana y, en general, las orquídeas, especialmente la Orchis odoratissíma y el Satyrium albidum (Herba conjugalis). En la colección de cantos populares servios, publicada por Vick, se citan dos hierbas, samdoka y okolocev, que se administran en forman de tisana y que son filtros amorosos irresistibles, y en Polonia se da el nombre de troizicle (tres hierbas) a una planta de hojas azuladas y flores encarnadas, que tiene la virtud de engendrar amor y hacer olvidar los pasados, transportando al que la emplea adonde él quiere. Análogas propiedades eróticas tienen ciertas hierbas de la noche de San Juan, Diabólicas. A Hécate, la diosa infernal de los griegos, que conocía todas las hierbas y enseñó las virtudes de las mismas a sus hijas Medea y Circe estaban especialmente consagradas las siguientes hierbas: Mandrágora, Belladona, Artánita, Saolanum nigrum, Azalea pontica, Cyperus officinalis, Cantueso, Mentha cervina, Teucrium polium, Piper aethiopicum, Matricaria chamomilla, Leontopodion, Adianthum, Sesamum orientale y Smilax aspera. Se trata, evidentemente, de una serie de hierbas que poseen cualidades buenas y cualidades malas y que, en manos de las brujas o hechiceras, eran consagradas preferentemente a la reina de los hechizos, la sombría Hécate. "Las hechiceras no sólo tienen el poder -dice De Gubernatis-, de discernir las virtudes de las hierbas, sino que saben convertir en malas y nocivas las plantas innocuas y aún propicias.
Algunas de las hierbas consagradas a Hécate, la diosa infernal de los griegos Cantueso (Lavandula stoechas) Cantueso(Lavandula stoechas) Belladona (Atropa belladona) Belladona (Atropa belladona) El diablo preside ciertos enlaces matrimoniales por medio de una hierba; la demanda de matrimonio entre los campesinos rusos del gobierno de Twer se hace de la manera siguiente: Se introduce en una botella llena de aguardiente la llamada hierba del diablo, la botella se adorna con cintas de colores, y con este presente, el padre de la novia va a casa del novio, cuyo padre ha de rescatar inmediatamente este diablo pagando cinco kopecks (20 céntimos); entonces el padre de la novia replica: "Nuestra princesa vale más que esto", y la cifra del rescate aumenta, llegando hasta la suma de 50 kopecks, equivalente a un rublo de plata".
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Miss Chen
2017年09月24日
Miss Chen
Clasificación según su empleo (continuación) Mágicas Mdemás de los árboles sagrados, son dignas de mención algunas hierbas relacionadas con los sacrificios; tales son las plantas mágicas. Sus propiedades extraordinarias se atribuían a la presencia de una divinidad por el espíritu religioso, mientras que el espíritu supersticioso las atribuía a efectos mágicos; así, pues, el espíritu religioso produjo la creencia en las hierbas y árboles sagrados, el espíritu supersticioso la creencia en las plantas mágicas. Entre las hierbas mágicas ocupan preferente lugar la Kuça, especie de verbena, a menudo citada en los rituales védicos como preservativo contra infinidad de males físicos y garantía de prosperidad y bienandanza. La menta o hierbabuena, de la cual dice el geógrafo e historiador griego Estrabón que el número de sus virtudes es infinito.
La verbena, a la cual los antiguos daban los nombres de lágrimas de Isis, lágrímas de Juno, sangre de Mercurio, etc., y que creían hacía invulnerable al que la poseía; la ruda, hierba preferida de las mujeres, las cuales le atribuyen toda suerte de virtudes mágicas, y de ella se dice que Mitriades la empleaba como preservativo contra el veneno. La mandrágora, planta mágica y erótica por excelencia, fue en la antigüedad objeto de superstición, en parte por la representación humana de su raíz, era usada como afrodisíaco y filtro de fecundidad, las brujas y hechiceras hacían uso de ella, sobre todo para los maleficios, con los ungüentos que preparaban a base de esta planta experimentaban alucinaciones y estados de euforia, que les permitían "volar" con la imaginación mientras el cuerpo permanecía en un sopor. El loto, del cual decían los egipcios que ocultaba los secretos de los dioses y del que se valió Ulises para hacer que sus compañeros se olvidasen de su patria; en la mitología griega los comedores de lotos olvidaban a sus amigos y hogares y perdían el deseo de regresar a la tierra natal. Y el helecho, al cual se atribuye, entre otras, la virtud de resistir a todos los encantamientos mágicos. Funerarias Las plantas funerarias son propiamente aquellas a las que se ha atribuido un poder funesto a causa de su color oscuro y otras circunstancias, las cuales parecen avisar la muerte, así lo afirma J.B. Porta en su Phytognomonica (Nápoles, 1588); sin embargo, lo más común es dar este calificativo a las plantas que adornan los lugares de reposo y descanso, o sea los cementerios; entre las cuales hay algunas tóxicas, como la adelfa; pero gran parte de las plantas funerarias son sencillamente un símbolo de eternidad o vida eterna, a la que han pasado los seres cobijados debajo de su sombra. Entre las plantas o árboles con una importante significación funeraria ocupa un lugar preferente el ciprés, símbolo a la vez de la generación, de la muerte y del alma inmortal.
"El ciprés -dice De Gubernatis- es honrado especialmente por su significación funeraria, en su calidad de árbol inmortal, siempre verde (Cypressus sempervivens) y cuya madera, como la del cedro, es incorruptible, el árbol de la muerte simboliza al propio tiempo la inmortalidad" El ciprés, irguiéndose al lado de las tumbas y a la puerta de las casas patricias que guardaban luto, no sólo significaba el dolor de los sobrevivientes y la tristeza de la muerte, sino más bien la esperanza en una resurrección.
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Miss Chen
2017年09月24日
Miss Chen
Clasificación según su empleo Teniendo en cuenta las varias formas en que el hombre ha hecho de las plantas el objetivo de sus anhelos, tanto espirituales como relacionados con otros órdenes de la vida, podemos dividir las plantas en los siguientes grupos: sagradas, mágicas, funerarias y eróticas. Sagradas Las supersticiones botánicas son tan antiguas como el espíritu; entre éstas merece citarse la de los árboles sacrivi, que tan gran horror inspiraban en la Edad Media a los encargados de la cura de almas, habiendo sido objeto de condenación en varios concilios las prácticas supersticiosas que con ellos hacía el pueblo ignorante, levantando altares en sus troncos, poniéndoles manjares y suplicándoles protección y auxilio.
Zeus tenía sus principales templos en el Epiro, en tierra de robles; la encina de Dodona se le atribuía a esta divinidad Se refieren testimonios escritos de un viajero llamado Marino, en su libro De expeditione japonica, que en 1632, en Conchinchina, un árbol centenario había sido derribado por un fuerte vendaval y del cual se decía que había revelado ser un caudillo chino que había vivido algunos siglos antes y, finalmente había sido convertido en tronco; a éste le ponían varias clases de comida los naturales del país para que no pereciese de hambre el héroe que debajo de su corteza se albergaba. Otro viajero, Marignolli, en su Chronicon Bohemorum, refiere cosas semejantes de dos árboles que vio en la isla de Ceilán rodeados de coronas de oro y piedras preciosas y con dos grandes luces ardiendo sin cesar delante de ellos. Parece que se trataba de árboles búdicos, como el de Buda-Gaya, que desempeña tan importante papel en la leyenda de Cakya. Los griegos no sólo imaginaban que en cada uno de los árboles notables se ocultaba una divinidad, una ninfa o un fauno, sino que atribuían a cada uno de los árboles un origen divino o, por lo menos, mítico. Así , el plátano debía su existencia a Menelao. La encina de Dodona se remontaba a Zeus, éste tenía sus principales templos en el antiguo Epiro, en tierra de robles. El olivo a la diosa Hera de Samos (también divinidad de la tierra fecundada). El laurel a Apolo, y una de las formas más antiguas de Baco es la de Dionisos endendros de Beocia. Lenormant, en el Dictionnaire des antiquites, artículo Bacchus, describe un vaso griego, en el que figura el busto de Baco imberbe y juvenil saliendo de en medio del follaje de un arbusto, especie de zarza; a Baco se le suele caracterizar como Dios de la vegetación, más concretamente de los frutos; en los vasos áticos aparece representado a menudo con racimos de uvas y un cuerno con bebida. La viña sagrada de Icaria era, al parecer, un hechizo del mismo género, y de la pitonisa se lee que ordenó a los corintios que adorasen como a Dios al pino, debajo del cual Penteo había sido despedazado por las Bacantes.
Vaso ático del s.VI d.C. En estas vasijas se pueden encontrar representaciones de culto a divinidades y plantas Al lado de estos ídolos naturales, la mano del hombre formaba otros más o menos toscos, en Tebas adoraban, con nombre de Dionisos Cadmeios, un pedazo de madera que se decía haber caído del cielo en el lecho de Semele. Según Pausanias (IX. 22), los tanagreses construían los templos de sus dioses en pleno campo, como si quisiesen distinguir la morada de la divinidad de la habitación del hombre, y así, en una pintura de Pompeya, se ve un templo rodeado de árboles. El lucus latino, habitado por la ninfa Egeria, y el bosque sagrado de los antiguos germanos, adonde acudía el pueblo devoto a venerar a sus dioses, son un testimonio elocuente del respeto religioso que inspiraba a los antiguos el mundo vegetal.
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Miss Chen
2017年09月24日
Miss Chen
Los pueblos y especies objeto de culto Eletra capitular En Egipto se veneraban la cebolla, las legumbres y el loto; los dayakos, de Borneo, invocan el alma del arroz (samaugat padi) y le suplican que no abandone la planta para no quedar condenados a un hambre segura; los tonganos veneran las patatas y hacen ofrendas a la diosa agrícola Alo-Alo, y los tahitianos hacen lo propio con el genio Ofanu, protector del taro y del árbol del pan. En Nicaragua, Nuevo Méjico y Perú sus primitivos habitantes rendían culto al maíz y a las habichuelas, y una de las grandes fiestas celebradas antiguamente en el Perú era la de Aymori, consagrada a la recolección de los cereales: en ella el maíz era el verdadero héroe; los sacerdotes llevaban en tributo cestas llenas de mazorcas, y los dioses a quienes se ofrecía se consideraban los inventores y protectores de la agricultura. Los karens de Birmania rinden también culto al arroz, a tal extremo, que el alma de esta planta es para ellos una verdadera divinidad por nombre Yau, que se representa sentada sobre una cepa o tronco de árbol en la linde del campo.
Los Dayakos, de Borneo, invocan el alma del arroz para que no abandone la planta y les condene a la hambruna En todos los documentos que dicen relación con el culto de las especies vegetales se nota cierta indecisión entre el culto directo, el animismo y la personificación mítica, siendo mucho de notar que éste último prevalece en la mayor parte de los casos; lo más común es que se rinda a las divinidades representativas de las plantas el homenaje que en un principio se había tributado a las plantas mismas. Estas divinidades son o bien inventoras de la agricultura o dioses especiales de las estaciones, de la lluvia, de la tempestad, del cielo y de la madre tierra. Entre los iroqueses, el trueno (Heno) fue elegido patrono de la simiente y de la cosecha, y los indios le llaman su abuelo. Tupan, otro dios del trueno, fue el que enseñó el uso del azadón a los brasileños. Tamoi, ascendiente celeste, enseñó el laboreo del campo a los guaraníes. Los mexicanos hacen fiestas a Centeot, dios encargado de fomentar el crecimiento y la conservación de los cereales. Finalmente, para los peruanos, los inventores de la agricultura fueron Manco Capac y Mama Oello, el primer hombre y la primera mujer. Las divinidades agrícolas de Roma En Roma existían un buen número de grandes divinidades agrícolas, como Semo, Sancus, Saturno, Consus, Consivius, Maia, Tellumo, Tellus, o Ceres y Proserpina (madre e hija respectivamente); eran las equivalente en Roma a las diosas griegas Démeter y Perséfone; según las creencias griegas, cuando Ceres se reunía jubilosa con su hija en la primavera hacía que la tierra produjera abundantes frutos; esta creencia fue asumida en Roma en el siglo V a.C., tornándose muy popular entre los plebeyos (la palabra cereal deriva de su nombre).
Proserpina, hija de Ceres. En la mitología romana, cuando se reunían en la primavera, hacían que la tierra produjera abundantes frutos Pero había también en Roma una serie numerosísima de pequeñas divinidades de ambos sexos, los dioses del trigo, cada uno de ellos protector de una parte de esta planta: Seia cuidaba de la semilla, Segetia o Segesta del sembrado, Lactucia de la espiga en su tránsito al estado lechoso; Matura fomentaba la madurez, Nodoto extendía los nudos del tallo, Volusina y Patelena arrollaban y desarrollaban la vaina de la espiga, Hostilina cuidaba de igualar la cabeza de la misma, Runcina quitaba las malas hierbas, Messia segaba, Tutilina y Terensis trillaban.
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Miss Chen
2017年09月24日
Miss Chen
Otros pueblos Eletra capitular En Malaca las enfermedades se atribuyen a ciertos árboles demoníacos o a los espíritus de los mismos, o sea los hantu-kayu, y en Sumatra los árboles seculares son tenidos por genios tutelares de la selva. Las tribus mongólicas y ugrofinesas, desde los samoyedos a los lapones, desde los cheremises a los votincos, tributan homenaje de adoración a los árboles aislados, a los árboles agrupados y a los bosques de pinos; los kirguises veneran al álamo blanco, y los yakutos y los ostiacos al pino alerce; entre los ostiacos se ven bosques sagrados, formados por grupos de siete de estos árboles, y, además, tienen por sagrados los árboles en que teje su nido el águila. Los finlandeses honran también los árboles verdes, los alerces y otros, teniendo como una de sus creencias, que el gran Orfeo (Wainamoinen) fue quien sembró la semilla del roble. El árbol cosmogónico Finalmente, la concepción del árbol cosmogónico (creador o sostenedor del universo) se halla más o menos extendida en casi todos los pueblos de la antigüedad. En su forma más rudimentaria lo vemos en las islas Andaman y entre los negros mincopis, quienes como una reminiscencia de los tiempos en que vivían sobre los árboles, tienen en su cosmogonía un árbol inmenso que sostiene el mundo y cuyas raíces llegan hasta el reino de los muertos; los vivientes están domiciliados en sus ramas y en su cepa habitan las almas de los que se fueron y que se esfuerzan en sacudirlo; a cada sacudida se desprende un viviente, a modo de fruto maduro y rueda hacia el abismo. En la India, el árbol salió del océano primitivo, de un mar de leche agitado por los dioses creadores y que se yergue a través de los cielos; los sabios (vasishthas) se remontan de piso en piso en el árbol misterioso que tiene mil ramas; en lo más profundo del abismo, Ahir-Budhnya y Danu, enormes serpientes, abrazan y rodean la raíz del árbol del mundo. Los indoeuropeos del Norte tienen también su gigantesco Ymer, del que salieron los dioses y los hombres; pero dieron a la leyenda del árbol una grandeza salvaje. El eda escandinavo celebra el árbol Igdrasill, de tres raíces y con la copa coronada de estrellas; una de las raíces está en el cielo, otra en la tierra y otra se sumerge en los infiernos; cerca de la primera se hallan los tres genios Urda, Verdandi y Skulda, que presiden al pasado, presente y porvenir; el agua del pozo de Mimer baña la raíz terrestre; la raíz infernal se halla muy cerca del lago de Hvegelnor, asiendo del dragón Nidohgr y a su alrededor planea el águila Hvesvelgr; en su base la serpiente Iormundgandr enrolla sus anillos guardada por el perro Garm, el lobo Fenris o Freki y Hel, dioses de la muerte; el árbol atraviesa y sostiene los nueve mundos; la luna (macho) Mani, y Suna (hembra) el sol, describen sus circuitos alrededor de la cepa, montando cada uno de ellos en un carro de un solo caballo. Las hierbas sagradas Si de los árboles pasamos a las hierbas, se observa en los pueblos de antigüedad la misma tendencia fundada en creencias y mitos, multiplicados hasta lo incalculable por el número de las especies del reino vegetal.
El tomillo (Thymus vulgaris), recogido en la noche de San Juan, sirve como ejemplo de sagrada tradición La botánica sagrada ofrece un material verdaderamente inagotable a los coleccionistas de tradiciones, desde las 104 plantas medicinales celebradas en un himno del Rig-Veda; desde la hierba couca, sagrado césped que sirve de alfombra a los dioses llamados a presenciar el sacrificio indio; desde el venerable moly y el no menos divino nepenthes, de Homero, hasta los ingredientes empleados por Circe, Medea, Canidia, etc.; hasta las hierbas sobre las cuales murmuran conjuros misteriosos las viejas supersticiosas; hasta las hierbas que está vedado hollar; hasta el tomillo que se recoge en la noche de San Juan; en fin, hasta las soporíferas invenciones del llamado lenguaje de las flores.
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Miss Chen
2017年09月24日
Miss Chen
La ferviente adoración de los galos a los bosques y árboles Los galos eran silvícolas (cultivadores de los montes y bosques) y fervientes adoradores de los bosques y los árboles; testigo de esto son la selva de los Carnutes, centro de la religión druídica; los Vosgos, los Ardennes, la Selva Negra (Vosegus, Arduinna, Dea Abnoba), sitios todos de verdadero culto a las divinidades forestales. Entre los galos, el roble era el árbol sagrado por excelencia, sobre todo si llevaba adherido el muérdago (Phoradendron leucarpum), parásito que, como es sabido, era objeto de particular veneración, dando su recolección lugar a interesantes ceremonias que refiere Plinio el Viejo en el libro XVI de su Historia natural.
El muérdago era especialmente venerado por los druidas galos Entre los druídas (sacerdotes de los galos), la conjunción del muérdago y el roble era perfecta, y nada era más venerado. El roble era el árbol que con preferencia escogían para sus bosques sagrados y no practicaban ceremonia religiosa alguna sin la presencia de sus ramas. El muérdago criado en la corteza de un roble, era mirado a modo de un enviado celestial y como una señal de la elección que Dios mismo había hecho del árbol. Por lo demás, el muérdago adherido al roble era muy raro, y al hallarlo se le recogía con gran ceremonial; ante todo, se había de coger en el sexto día de la luna, día que era el comienzo de sus meses, de sus años y de sus siglos, que duraban treinta años; día en el que la luna, aunque no en la mitad de su carrera, estaba ya en la plenitud de su fuerza y al que daban un nombre que significa remedio universal; una vez preparado debajo del árbol todo lo necesario para los sacrificios y para un banquete, traían dos toros blancos, a los que se les ataban por primera vez las astas; entonces subía al árbol un sacerdote vestido de blanco y cortaba con una podadera de oro el muérdago, el cual caía en una saya blanca; luego se inmolaban las víctimas. Es creencia común que el muérdago, tomado en bebida, da la fecundidad a los animales estériles y sirve de triaca contra toda clase de venenos. El culto en los pueblos americanos En América no está menos probado el culto a los árboles: Charlevoix observó en Acadia el culto tributado a un frondoso árbol que crecía aislado en la playa, y en las llanuras abrasadoras de la Patagonia, Charles Darwin vio el árbol sagrado de Walitchu, al que saludan religiosamente los gauchos, y al que los transeúntes ofrecen cigarros, cintas, pan y carne conservada. Los peruanos, los nicaragüenses y mexicanos, profesan una especial veneración a las plantas; los españoles, al llegar a México, vieron unos añosos cipreses de los que colgaban un sinnúmero de exvotos. Los mingos invocan a los manitus eternos de los árboles y de las plantas; y los hurones de lago Superior depositan sus ofrendas al pie de un gran fresno. Lo propio se observa en Oceanía y en las islas Malayas. Los tahitianos adoran las varúas o almas de los frutos y los árboles, y una vez muertos, los envían a los misteriosos paraísos de Bolotu.
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2017年09月24日
Miss Chen
El culto en la primitiva Grecia La primitiva Grecia practicó el culto de los bosques; anteriormente a la invasión helénica las encinas de Donona pronunciaban oráculos, y debajo de sus ramas se albergaba el gran Dios de los pelasgos epirotas, los Graikoi, y en toda la Grecia, tanto la europea como la asiática, no hay santuario que no tenga su bosque sagrado. Las Hespérides, ninfas del poniente, hijas de Atlas y de Hésperis; velan las manzanas de oro que Hera recibió de Gea como regalo por su matrimonio; los antiguos situaban el jardín de las Hespérides en el extremo del mundo occidental. Con su mito del árbol del fruto de oro, son un testimonio del significado religioso que tenían las concepciones espirituales de Grecia. El culto entre los latinos Entre los latinos, el frondoso bosque (nemus), la selva (lucus), la arboleda de hayas (fagutala) y la fuente murmurando bajo un tupido techo de enredaderas, estaban habitados por multitud de genios silvestres y los árboles aislados eran objeto de veneración, teniendo suspendidos de sus ramas y tronco gran número de ofrendas y exvotos, pieles de animales cobrados en la caza y trofeos de guerra.
Originalmente, Venus era la diosa de los campos y jardines (cuadro de Botticelli "nacimiento de Venus" - 1846) En toda Italia el grupo de los dioses forestales tomó una extensión particular; Faunas y Fauna o Fatua no eran sino una representación del bosque propicio a las voces favorables de la selva. Maia, Flora, los silvanos, las ninfas, Ceres, Venus (originalmente diosa de los campos y jardines) y el mismo Marte, habitaban en los bosques, en los campos y en los sembrados, activando y favoreciendo el crecimiento de los árboles y velando por el desarrollo de las mieses y frutos. La mayor parte de estos personajes son ya seres mitológicos, verdaderas divinidades. Fauno, cuyos sobrenombres de Juno y Luperco le hacen allegado de la diosa Juno, de Jano y de Marte, tiene por hijo a Fons o Fontus, el padre de los manantiales; golpea a su compañera Fauna, con una rama de mirto y se une a ella en forma de serpiente (símbolo de la renovación). Los germanos consagraban los bosques, dándoles los nombres de sus dioses, y de ello habla Tácito, refiriendo que vio en Rugen un bosque (castum nemus) en donde los teutones escondían el carro sagrado de la tierra y entre los naharvales vio también un bosque venerado desde muy antiguo (antiquae religionis).
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Miss Chen
2017年09月24日
Miss Chen
El papel del Reino Vegetal en las religiones de los antiguos pueblos letra capitular En las religiones de los pueblos de la antigüedad el Reino Vegetal fue objeto de un culto particular, en nada inferior al que profesó, e incluso hoy en día algunos pueblos profesan, del reino animal. Este hecho es consecuencia natural de la situación del hombre en la Naturaleza, uno de cuyos elementos, las plantas, tuvo siempre a mano, pues de ellas hubo de nutrirse y vestirse sin hallar en ellas el inconveniente del retraimiento y la fuga, propio de la mayor parte de los animales. Por esta razón, el reino vegetal no dio a la credulidad y a la imaginación menos pábulo que los demás reinos de la Naturaleza. Habiendo la flora desempeñado, no menos que la fauna, un principal y perpetuo papel en la vida del hombre, puede afirmarse que no hay esencia forestal, ni hierba saludable o dañina, ni planta alimenticia o útil que, por su forma, su color, sus frutos y su empleo, haya dejado de ejercer influencia en las costumbres, la salud y el pensamiento de los individuos y los pueblos; ni hay tampoco que extrañarse de que el hombre, en su tendencia a hallar una explicación a cuanto escapa a su conocimiento y comprensión, atribuyese las virtudes de las plantas primero a algún poder oculto, luego a genios caprichosos y, finalmente, a divinidades de varias categorías. "Nada tan universal -dice A. Lefebvre-, como el culto de los bosques: el hombre ha vivido debajo y encima de los árboles, ha dormido en la espesura de la selva, ha construido su vivienda en las bifurcaciones de los troncos, ha vagado por los claros de la floresta, ha trepado las encinas comiendo las bellotas y tomado el sagrado níspero, atento siempre a todos los murmullos, a todas las variaciones de la luz y la oscuridad, siempre cazador o fugitivo y asediado por los fantasmas del horror sagrado. El culto en los pueblos indoeuropeos En los pueblos indoeuropeos el culto de las plantas formó parte importante de sus creencias. Los Vedas, libros sagrados de los hindúes escritos en sánscrito primitivo, contienen referencias a rituales y divinidades relacionadas con las plantas.
Los vedas son un conjunto de plegarias, fórmulas rituales y mágicas e himnos religiosofilosóficos, dictados, según la tradición, por Brahma (primer creador); fueron compuestos a lo largo de un periodo que empieza antes del s. VII a.C. Los Vedas son cuatro: el Rig-Veda, el Sama-Veda, el Yajur-Veda y el Atharva-veda, pero en sentido más amplio se aplica también este nombre a otros libros como los Brahmanas y Upanishads, obras de exégesis y comentario de los Vedas propiamente dichos; todos ellos constituyen el más antiguo monumento de la literatura india.
Concretamente en el Rig-Veda se lee: "Hay seis grandes divinidades: el cielo y la tierra, el día y la noche, las aguas y las plantas", y en muchos de los himnos védicos se registran fórmulas como esta: "¡Guárdennos y protéjannos las plantas, los bosques, las colinas coronadas de árboles; invoquemos las plantas, los árboles, el follaje!". Y aún hoy en la India cada una de las aldeas tiene su árbol sagrado. Lo propio sucedía en Persia, donde los habitantes de determinadas aldeas próximas a los jardines reales de Chiraz, los cuales poseían un árbol con una inmensa copa, acudían para situarse a su alrededor como si se tratara de un sagrado templo, haciendo oración bajo sus ramas, colgando de ellas objetos piadosos, quemando incienso, encendiendo velas y practicando todo género de supersticiones, ya para recobrar la salud perdida, ya para obtener gracias extraordinarias. En muchos lugares de Persia otros árboles similares eran venerados por el pueblo, el cual les daba el nombre de Draet fusch (árboles excelentes). Los devotos; particularmente las personas consagradas a la vida de religión y ascetismo, iban a buscar a la sombra de estos árboles la paz y el consuelo de su espíritu, imaginándose muchas de ellas que se les aparecen, en forma de luces resplandecientes, las almas de los Aulias (santos o bienaventurados) que en vida habían hecho prácticas piadosas a la sombra de los árboles divinos.
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Miss Chen
2017年09月24日
Miss Chen
El moderno sistema de Linneo ue en el siglo XVIII, a la par que tomó un nuevo auge la fisiología experimental, cuando se establecieron definitivamente las normas de nomenclatura y taxonomía, y se empezó a utilizar el moderno sistema de clasificación con el sueco Carl von Linneo. Linneo fue sobre todo un gran sistemático; ideó una nomenclatura binaria con la que impuso orden en el caos taxonómico imperante hasta aquellos días. En 1737 Linneo reunió en su obra Genera plantarum, las plantas clasificadas en 24 grandes grupos o clases, según las semejanzas o diferencias en el número y disposición de los órganos reproductores, y estableció, en las sucesivas ediciones de su Systema naturae y Species plantarum, el sistema binario de nomenclatura, que quedó así definitivamente fijado. El sistema sexual de Linneo, estaba fundado como toda clasificación artificial en un determinado carácter, en ideas sencillas y absolutas, sin más fin que el de la determinación de la especie.
Carl Von Linneo, autor de la nomenclatura binómica Mejora del sistema de Linneo y otros intentos de clasificación El sistema de Linneo fue mejorado por los franceses Michel Adanson que introdujo, en 1763, la utilización del concepto de "familia" vegetal y Bernard de Jussieu, y, especialmente, su sobrino Antoine Laurent de Jussieu con la publicación, en 1789, de su Genera plantarum secundum ordines naturales disposita. Augusto Píramo de Candolle se valió en 1813 de los caracteres anatómicos para establecer las divisiones primordiales de vasculares y celulares. Los estudios florísticos y las exploraciones adquirieron en el s. XVIII nuevo auge y se redactaron importantes floras locales y regionales relativas a las plantas superiores. En cambio el estudio de las criptógamas, que constituían únicamente una de los 24 grupos de Linneo, no cobró relevancia hasta el siglo XIX, especialmente a raíz de los trabajos del alemán Alexander Braun, que estableció en 1864 las bases de la taxonomía moderna especialmente en lo referente a los denominados vegetales inferiores. Varias otras clasificaciones se intentaron modificando las de Rivino, Ray, Tournefort y Hermann por Plumier, Boerliave, Knaut, Ruppio y Pontedera. Les siguieron Magnolio, Ludwig y Siegesbeck, tomando por base el cáliz y fruto. Cavanilles y Brotero intentaron simplificar más el sistema de Linneo, pero éste siguió imperando por muchísimos años, hasta que se idearon las claves analíticas. Desde entonces, muchos otros autores además de los ya nombrados, han tenido más o menos protagonismo, y realizado diferentes clasificaciones o modificados los ya existentes, entre ellos se pueden destacar: Bartling, en 1830; Lindley, Bromhead y Endlicher hasta 1840. Meisner, entre 1836 y 1843; Adolfo Brongniart en 1843; Sachs en 1868; Van Tieghem y Eichler en 1883 o Adolfo Engler en 1866. En definitiva, ningún método de clasificación tuvo el éxito incomparable del sistema sexual de Linneo, gracias sobre todo a su nomenclatura binaria, a la precisión y claridad de las descripciones y de la distinción de especies y variedades, y a la reunión de todas las conocidas en sus géneros.
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Miss Chen
2017年09月24日
Miss Chen
Los primeros planteamientos científicos Los primeros planteamientos científicos sobre fitología se remontan a la Grecia clásica, y se considera a Teofrasto de Eresos (372-288 a.C), discípulo de Aristóteles, como el fundador de la botánica.
Teofrasto clasificó los vegetales en árboles, arbustos, subarbustos y hierbas y describió la morfología de algunos centenares de plantas. Ya en el siglo I de nuestra era, el médico de las legiones romanas, Dioscórides de Anazarba, describía en su Materia médica las propiedades terapéuticas de varios centenares de plantas. Su obra, de notable carácter empírico, alcanzó gran difusión y extendió su influencia más allá de la Edad Media. Fue precisamente a través de las numerosas traducciones y versiones comentadas de obras como la de Dioscórides, o de tratados similares acerca de las virtudes de los vegetales, como el publicado en 1558 por el toscano Pietro A. Mattioli, como la nueva botánica entroncó con el saber antiguo. La botánica descriptiva y experimental Desde sus comienzos, la botánica ha tendido a diferenciarse en dos vertientes, siempre complementarios en los objetivos hasta época muy reciente, aunque a menudo no bien separables, que son la descriptiva y la experimental. Mientras que el período descriptivo comienza con el inicio mismo de la botánica y alcanza su máximo apogeo en los siglos XVII y XVIII, la vertiente experimental se inició en Europa alrededor del siglo XVI, consiguiendo sus logros más espectaculares durante los ss. XIX y XX, con el descubrimiento de los procesos relacionados con la nutrición autótrofa de las plantas o fotosíntesis y otros aspectos de la bioquímica y la fisiología de los vegetales. La búsqueda constante de un criterio racional de clasificación
La consecución de un criterio racional de clasificación de los vegetales ha sido una preocupación sobresaliente en la historia de la botánica. En 1576, el flamenco Matthias Lobelius agrupaba las plantas por su aspecto externo; pero puede considerarse a Cesalpino en 1583, como el primer inventor de un verdadero sistema botánico con su plantis libri, aunque no se libró de las ideas comunes al aceptar la división primordial en árboles, arbustos, matas y hierbas, seguida desde Teofrasto de eresos. El profesor de medicina en Basilea, Gaspar Bauhin, esbozó el concepto de género e inició la simplificación de la nomenclatura botánica. En 1649 Rudolf Camerarius, profesor en Tubinga, demostró definitivamente la condición sexuada de las plantas en su Epistola ad M. B. Valentini de sexu plantarum, al considerar los estambres como los órganos masculinos de la flor. En 1682 el inglés John Ray publica su Methodus plantarum nova, en el que incluye la descripción de más de 15.000 especies y plantea la conveniencia de utilizar un nuevo concepto de especie. Rivino en 1690 dio preferencia a la corola en la clasificación, incluyendo en ella toda envoltura floral que no fuera verde. Por su parte, en 1694 el botánico francés de origen provenzal Joseph Pitton de Tournefort, fue el autor de un sistema de clasificación vegetal según la corola, siguiendo la misma base de clasificación de Rivino, y que resultó ser uno de los de mayor éxito y difusión antes del de Linneo, por su constitución y caracterización precisa de los géneros. Desde una perspectiva más experimental, en el mismo siglo XVII destacan algunas de las aportaciones de los denominados microscopistas como Robert Hooke, quién en su Micrographia utilizó por primera vez el término célula para describir el aspecto del corcho visto al microscopio, o el boloñés Marcello Malpighi que en 1671 sentó las bases de la anatomía vegetal con su Anatome Plantarum, conjuntamente con el inglés Nehemiah Grew, que, pocos años más tarde, publicaba su The anatomy of plants.
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